martes, 25 de junio de 2013

Día 7


La música hacía mover a miles de cuerpos. Pero el suyo estaba intacto. Inamovible. Sin pizca de sangre. Con su chupa de cuero negro, marcando sus hombros y toda su espalda erguida. De pronto se giró. Sentía su profunda mirada sobre mi, no, la sentía a través de mi. Como si yo fuera transparente. Como si pudiera ver mi interior. Como si pudiera leerme. Eso me daba miedo. No quería que supiera nada de mi, nada. Tenía secretos que ocultar, y tenían que seguir ocultos. Pero él, aunque me diera miedo, me atraía. Él era mi debilidad, y le seguiría admirando, pero siempre procurando que fuera desde la distancia.

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